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Antiguo 22/04/2016 a las 14:26 horas, Grazia  escribió lo siguiente:
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Predeterminado CERVANTES mejor que Lope




TEATRO

Cervantes mejor que Lope



JAVIER VILLÁN

El teatro de Cervantes no resiste comparación con la desmesura de Shakespeare. Pero Cervantes es un gran autor, una ocasión perdida.

Conviene recordarlo, pues se le reconoce a regañadientes. La culpa del fracaso de Cervantes la tiene Lope, autor prolífico que estrenaba todo lo que escribía. El teórico del Nuevo Arte de hacer comedias, el poeta popular que despreciaba al pueblo, se quedó con "el cetro de la monarquía cómica".

No engañó a nadie y dejó muy claro que si el vulgo paga, justo es hablarle en necio para darle gusto. Me interesan más las comedias y, sobre todo, los entremeses de Cervantes que todo Lope. Pero Lope era buena gente y no le tengo manía. Un amador tan caudaloso como él no puede ser malo, aunque colaborara con la Santa Inquisición. De lo que sí estoy convencido es de que al teatro español mejor le hubiera ido de seguir las sendas de Cervantes y no las de Lope.

Si el público necesitaba divertimento ¿qué mejor que los entremeses cervantinos? Nunca, ni siquiera en las situaciones más jocosas, desaparece en Cervantes la conciencia crítica, el desdén por el poder y la tolerancia asentada en la justicia.

Pero el genio de Lope quedó ahí por los siglos de los siglos. Y su espíritu popular y enredador es el que llena los teatros. Hoy sería Lope un magnífico empresario que jamás pondría en cartel entremeses como El retablo de las maravillas, La guardia cuidadosa, ni comedias como La entretenida o la genialidad de Pedro de Urdemalas.

Si las comedias y entremeses de Cervantes fueron la ocasión perdida para un gran teatro crítico español, Numancia fue la ocasión perdida de un gran teatro trágico, insurgente y subversivo de raíz popular, porque Fuenteovejuna, de Lope, no lo es; el pueblo es un apéndice sumiso.

De ser Cervantes, yo hubiera matado a Lope, que alcanzó la gloria como autor dramático y como poeta, las cumbres que le fueron vedadas.



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Antiguo 22/04/2016 a las 14:32 horas, Grazia  escribió lo siguiente:
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Predeterminado CERVANTES Y SHAKESPEARE. Inglés rico, español pobre





En aquel lugar de...

Nube de palabras



CERVANTES Y SHAKESPEARE

Inglés, rico; español, pobre



VIRGINIA HERNÁNDEZ
RAQUEL QUÍLEZ




Don Quijote cabalga sobre Rocinante para luchar contra los gigantes. Ilustración: Ricardo Ricardo


EL MUNDO celebra el cuarto centenario con una colección de sus mejores obras

El primero murió rico, con prestigio y un billete directo a la posteridad. El segundo, acabó en un osario común, sin nada que dejar a los suyos y lamentando que el triunfo le había sido esquivo. William Shakespeare (1564-1616) y Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) son los más grandes de la literatura universal, pero la Historia no los trató de igual manera. Incluso hoy, cuando se conmemoran 400 años de su muerte, en España cuesta sacar pecho por su genio.

Mientras en Reino Unido llevan años con los preparativos y hasta el primer ministro, David Cameron, se ha erigido en portavoz de la gloria del Bardo, en España no dejan de escucharse críticas por la falta de previsión con la efeméride. ¿Cervantes, pobre; Shakespeare, rico? ¿Se repite lo que les ocurrió en vida? "No se trata de programar actividades sueltas en torno a su figura sino de que haya un movimiento del conjunto de la sociedad y las instituciones para complacernos en la gloria cervantina, reconocida universalmente. No olvidemos que al español se le llama la lengua de Cervantes", asegura Darío Villanueva, director de la Real Academia Española y uno de los primeros que protestó por la naturaleza modesta de las celebraciones.

"Tiene que haber una conmemoración de Estado. Es el inventor de la novela moderna y un escritor que se ha hecho clásico por la manera en la que sigue conectando con los lectores de hoy", añade Villanueva, que dedicó su entrada en la RAE al de la Triste Figura con su discurso El Quijote antes del cinema.

Las críticas se repiten al preguntar a nuestros nombres del teatro. El director Juan Carlos Pérez de la Fuente, destituido recientemente como responsable del madrileño Teatro Español (aquel Corral del Príncipe en el que quiso triunfar Cervantes), es el encargado de poner en pie la tragedia cervantina El cerco de Numancia con motivo del aniversario. La obra fue escrita el mismo año de la publicación de La Galatea, su primera novela, cuando ya tenía 38 años. "Nos hemos portado muy mal, muy mal.

El mundo del teatro no podemos sentirnos orgullosos de cómo hemos tratado a Cervantes a lo largo de estos 400 años y no le vamos a resarcir con este aniversario", afirma. "Si uno ve lo que se está haciendo en Londres, siente vergüenza y esto lo digo a nivel de todas las instituciones. Yo no me siento orgulloso del Ayuntamiento, ni del Ministerio, ni de la Comunidad, ni de mi profesión. España tiene que devorar a sus hijos y el mayor ejemplo de incomprensión es Cervantes. Es el patrón de los parias, de los desdichados y de los desheredados de la tierra", apunta con energía.



Hitos históricos: Los tiempos en el Siglo de Oro

Mientras que Cervantes vivía en una España que dejaría de ser en poco tiempo el imperio, Shakespeare lo hacía en una Inglaterra que empezaba a despegar. Episodios bélicos, caprichos de regentes y allegados e intolerancias religiosas no ensombrecieron el florecimiento de estos dos talentos que compartieron episodios complicados de la Historia de Europa. (PULSAR IMAGEN PARA VER GRÁFICO INTERACTIVO)

JUAN C. SÁNCHEZ | SARA SÁEZ

Helena Pimenta, directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, señala al desapego que tenemos los españoles con nuestros clásicos, frente al respeto sagrado que supone, por ejemplo, inaugurar unos Juegos Olímpicos con versos de La tempestad declamados por Kenneth Branagh, como ocurrió en la capital británica en 2012: "Tenemos muchos más prejuicios hacia lo nuestro de los que tienen los de fuera.

En los últimos meses, hemos hecho muchas incursiones con la compañía en distintos lugares de Europa con textos de Lope o Calderón y hemos visto que es solo una barrera que nos ponemos nosotros mismos. Creo que es por una suma de variables: el periodo de aislamiento de la dictadura, que todavía somos un poco jóvenes en cuanto a democracia que permita que los planes de cultura sean sólidos, los prejuicios de la gente más joven, la falta de conocimiento...".

Obstáculos que pueden nacer en la manera en la que se estudia en las aulas: el espacio para los clásicos es cada vez menor y persiste el empeño de enumerar escritores, obras y fechas, como si eso moviera a amar la Literatura. "La cosa es mucho más grave", señala Manuel Alvar, director de la Gran enciclopedia cervantina, un proyecto que edita Castalia y en la que trabajan desde hace una década más de 120 especialistas.

"No se leen los clásicos porque son viejos ni los modernos porque qué rollo. En definitiva, no se lee. Nos guste o no, la cultura española está construida sobre los clásicos, y es algo que se tiene que hacer desde Primaria. No formaremos lectores si creemos que cantar en el colegio las canciones de Bisbal es más importante", asegura sobre una brecha importante en la formación temprana.

"Seguimos teniendo una educación muy enciclopédica, muy del siglo XIX", señala por su parte José Manuel Lucía, catedrático de la Universidad Complutense y comisario de la exposición Miguel de Cervantes: de la vida al mito, abierta en la Biblioteca Nacional para celebrar los 400 años del creador de El Quijote. "Creo que estamos alejando a los estudiantes de disfrutar de esa fuente de información que son los textos literarios. Muchas veces por ser tan puristas de no aceptar las adaptaciones modernas. Tenemos que cambiar el sistema educativo para fomentar la lectura".

"La cultura hay que enseñarla. Llevamos 40 años de democracia y hemos tenido siete reformas educativas, ya no sabemos ni dónde estamos. Desaparecen la Filosofía, las Humanidades, no nos damos cuenta de lo que estamos haciendo", añade el director Miguel del Arco, de gira con su versión de 'Hamlet' protagonizada por el actor Israel Elejalde. "Yo siempre digo que si Buero Vallejo hubiese sido americano sería Tennessee Williams; una súper estrella, lo que pasa es que bueno, es español y entonces pues... ", añade, ilustrativo, el propio Elejalde.

El primero fue el maestro de los monólogos y la reflexión interna. El segundo, el genio de los diálogos que varían según la clase social o el origen del que hable, con un extraordinario manejo de la lengua. "Los dos fueron grandes escrutadores de la condición humana. Diseccionan al hombre con una visión comprensiva y muy amplia, que es lo que les hace clásicos", analiza Villanueva.



Cervantes, por Ricardo, y Shakespeare, por Raúl Arias.



Vidas paralelas... Y misterios



Shakespeare y Cervantes nacieron en lo que hoy llamaríamos clase-media baja, aunque el padre del dramaturgo británico, de origen campesino, medró y llegó a ser el alcalde de su pueblo, Statford-on-Avon. La familia de Cervantes, sin embargo, no logró prosperar. Hay coincidencias también en los misterios que les rodean, muchos de ellos propiciados porque en su época se documentaba la labor de reyes y nobles, no la de los autores, que eran considerados personajes de tercera fila.

"Shakespeare se hizo bastante rico con sus obras y acabó siendo un buen burgués en su pueblo natal", asegura el hispanista Edwin Williamson, de la Universidad de Oxford. Poseyó en su vejez la segunda casa más importante de Stratford. sin embargo, "Cervantes tuvo una vida muchísimo más agitada y desgraciada, sufrió un montón de dificultades y frustraciones que ni siquiera el enorme éxito del Quijote pudo remediar".

Brean Hammond, de la universidad de Nottingham en Reino Unido, cree que Cervantes desarrolló con Don Quijote "un héroe moderno, que experimentó simultáneamente la tragedia y la comedia. Sus aspiraciones como caballero errante son a la vez nobles y locas". Una forma de escribir que, opina, influye en los dramas shakesperianos posteriores a 1608: "Se puede ver en ellos esa manera tragicómica de tratar la experiencia humana. Sus dramas tardíos se acercan más a las experiencias típicas de nuestras vidas".

Son reyes o cortesanos; pillos, taberneras o soldados. Son caballeros errantes o enamorados como Romeo y Julieta. Pero, sus personajes parecen sentir como nosotros a pesar de sus ropajes. Lo apunta el hispanista Edwin Williamson, titular de la cátedra Alfonso XIII de Estudios Hispánicos de la Universidad de Oxford: Tanto Shakespeare como Cervantes rebasaron los límites de su época y por ello "tienen una resonancia que perdura hasta nuestros días".

Williamson cita a Don Quijote, a Sancho, a Hamlet, a Macbeth, a Falstaff... "Los temas que trataron nos fascinan todavía y sus obras son capaces de conmovernos profundamente. Eran escritores que experimentaron continuamente con la lengua y, cada uno a su manera, lograron inventar los modos de expresión que todavía inspiran a los creadores de hoy".


El Cardenio viajero




El personaje de Cardenio, de Sierra Morena, traspasa las páginas de El Quijote para formar parte de un drama escrito por Shakespeare en 1612 en colaboración con John Fletcher.

Una obra perdida en el incendio del Teatro Globe de Londres ocurrido un año más tarde, pero de la que hay constancia en un documento de 1653, en el que se explica que fue representada por los King's Men, la compañía de Shakespeare, en el año 1613. ¿Leyó el Bardo la novela cervantina? Pudo hacerlo. Sólo ocho meses más tarde de su publicación, en enero de 1605, la Biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford ya contaba con un ejemplar en español (la primera traducción al inglés es de 1612).

"No podemos estar seguros de si fue él o Fletcher quien leyó El Quijote.

Pero, claramente, uno de ellos tuvo que leerlo", explica Brean Hammond, profesor emérito de literatura inglesa de la Universidad de Notingham. Su colega de Oxford, Edwin Williamson, señala que, con total seguridad, "Shakespeare sabía de un autor español llamado Miguel de Cervantes; pero creemos que Cervantes ignoraba por completo la existencia del dramaturgo inglés".

Cuatrocientos años después, quedan las críticas pero también sus obras y su legado. ¿Qué creen estos expertos que debería quedar de este año de celebraciones? El director de la RAE señala que los 400 años deberían servir como "un momento de inflexión en el que el sentido autodestructivo de los españoles abriera un paréntesis ante la figura de Miguel de Cervantes". Lucía: "Que la lectura y las letras estuvieran más presentes en la sociedad"; Alvar: "Que se respetara a los clásicos". Williamson: "Que se leyeran las obras de estos grandes autores y esto condujera al mejor conocimiento de otros escritores de la época".

El director teatral Juan Carlos Pérez de la Fuente, más contundente, lanza un deseo: "Está bien que tengamos una mirada crítica pero, cuidado, porque lo malo es no reconocer nada nunca. Los españoles tenemos que empezar a releer nuestra Historia, desde el arte, desde el teatro, desde la poesía, y empezar a sentirnos más orgullosos". ¿Cervantes, pobre; Shakespeare, rico? Más allá de comparaciones, abramos sus libros y celebremos los 400 años como se merecen.


Cervantes: Supervivencia trepidante


El dibujante Miguelanxo Prado, Premio Nacional del Cómic, se encontró con un personaje trepidante al trabajar en las ilustraciones de la exposición Miguel EN Cervantes.

Una muestra itinerante, que se inauguró en la casa natal de Alcalá y que durante la celebración de los 400 años pasa por la vivienda que Cervantes habitó en Esquivias (Toledo), en Valladolid y que también llega hasta Argentina, Budapest y Argel, donde el escritor estuvo preso durante cinco años. Incluye sus ilustraciones sobre la vida del autor de El Quijote y las de David Rubín sobre El retablo de las maravillas, uno de los ocho entremeses escritos por el alcalaíno.

"No sé si fue su personalidad o fruto de del azar. Pero a mí, que trabajo en esto, no me salen las cuentas de toda su producción con esa vida de espía, de soldado, de cocedor de bizcochos, recaudador de impuestos, cómo le dio tiempo, con los años que estuvo encarcelado", recuerda sobre alguien que parece que sólo tenemos como "un monumento". Le apasiona su ironía: "A veces hay que reflexionar para entender de quién se está burlando. Tiene una capacidad de autoparodia infinita".



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INFLUENCIAS MUTUAS

De cómo Cervantes dejó huella en Shakespeare


CARLOS FRESNEDA


RICARDO / RAÚL ARIAS



El Bardo bebió de la primera parte del 'Quijote' para escribir su obra 'perdida', 'Cardenio'. El profesor Brean Hammond explica a EL MUNDO los 'préstamos' de uno y otro

Shakespeare salió al encuentro de Cervantes con Cardenio -su obra perdida- escrita al alimón con John Fletcher, el auténtico introductor de Don Quijote en la vida del Bardo. El curioso impertinente también dejó su huella en Cimbelino, por no hablar de la influencia de la picaresca y del personaje de Ginés de Pasamonte. La intertextualidad en las últimas obras de Shakespeare y la propensión a la tragicomedia tuvieron mucho que ver con la lectura de la primera gran novela moderna.

A cambio, Shakespeare tal vez dejara una huella insospechada en Cervantes: Venus y Adonis guarda una similitud temática y satírica, más allá de la referencia obligada a Ovidio, con el Viaje del Parnaso. Puede que el manco no escuchara en su día el eco del mayor dramaturgo universal, pero pudo leer su obra poética.

Hasta aquí, las hipótesis de Brean Hammond (Edimburgo, 1951), profesor emérito de de la Universidad de Nottingham y especialista en literatura inglesa del siglo XVIII. Hammond no es el típico scholar de Shakespeare: llegó hasta él casi por casualidad, a partir de una diatriba del poeta Alexander Pope contra el erudito Lewis Theobald con motivo del estreno de Doble Falsedad, presentada en 1727 como la adaptación de una obra perdida de Shakespeare. Como un detective rastreó todo lo que sabía de la obra perdida. Compuesta posiblemente entre 1612 y 1613 (meses después de la publicación del primer Quijote en inglés, traducido por Thomas Shelton), se titulaba originalmente Cardenio o La historia de Cardenio. Los autores eran supuestamente William Shakespeare y John Fletcher (con quien firmó Enrique VIII y Los dos nobles caballeros).

"La inspiración no podía ser más directa: hasta los nombres de los personajes eran prácticamente los mismos que en el famoso episodio cervantino, aunque luego cambiaron para irlos adaptando a los gustos de los tiempos", asegura Brean Hammond. "La obra se interpretó varias veces, pero es cierto que no fue incluida en la primera edición de las obras de Shakespeare. Con el tiempo se dio por perdida, hasta que Theobald la rescató con un nuevo nombre".

Doble falsedad es el texto adaptado que ha llegado hasta nosotros. El profesor escocés, 65 años, que también es dramaturgo, asegura que el ADN de Shakespeare se puede ver en los dos primeros actos, aunque la obra es más corta de lo habitual en el Bardo y adolece de los largos monólogos.

Sostiene sin embargo Hammond que el último Shakespeare estuvo muy abierto a la influencia de John Fletcher. "Las colaboraciones a cuatro manos y el apropiamiento de historias e ideas eran entonces moneda corriente. Entonces no existía la noción que hoy tenemos del plagio". Cervantes le entra pues en vena al último Shakespeare por mediación de Fletcher, en quien se apoya el viejo maestro para renovar su propia visión del teatro. "La división estricta entre tragedia y comedia empieza a caer por aquella época", sostiene Hammond. "¿Y qué mayor tragicomedia que el Quijote?".



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NARRATIVA

Viaje de ida y vuelta: idealismo y realismo



SANTOS SANZ VILLANUEVA


Parece que la prosa de ficción no entraba en las ambiciones prioritarias de Cervantes. Eso explicaría que el fundador del género novelesco moderno no publicara hasta 1585, cerca de los 40 años, una obra narrativa, Primera parte de La Galatea, aunque es posible que piezas de esta muñeca rusa de fábulas e historias fueran anteriores. Como sea, Cervantes empezó con un género de moda, una "égloga" o novela pastoril que cuenta una historia externa simple.

El pastor Elicio quiere casarse con Galatea, pero el padre de la guapa pastora enamorada pretende desposarla con un pastor rico portugués y los amigos del mozo se confabulan para que cambie de idea. La anécdota se interrumpe. Es de suponer que el desenlace lo sabríamos en una "segunda parte" que Cervantes muchas veces prometió.

Nos basta, sin embargo, con lo que conocemos porque esa trama es solo el cañamazo para el despliegue generoso y agobiante de mil y una historias aventureras, de engaños y sorpresas, de violencias, de celos y desventuras sentimentales. En el medio, se deslizan sofisticados discursos de amor y se incrustan decenas de poemas. Los pastores no son pastores, ni hablan ni piensan como tales. El marco es un medio rural imaginario. Cervantes recrea un mundo idealizado a pesar de que en ocasiones satirizara a esos pastores que tocaban dulces gaitas en lugar de remendar las abarcas. Una aspiración de idealidad está en ese narrador primitivo.

Veinte años tardó Cervantes en dar otra novela, el primer tomo del Quijote. Aquí el fantaseamiento funciona de otra manera. Según el propio autor, quiso fustigar los efectos perniciosos de las novelas de caballerías. Es una excusa parcial porque la historia de don Quijote se polariza en torno a otro centro, el debate entre realidad y fantasía, verdad y mentira, aspiraciones nobles y realidad común. Un hidalgo de limitados recursos trata de saltar las lindes de su pueblo manchego por una causa, desfacer entuertos, que le mueve en busca de un mundo mejor.

En su ir y venir de la locura a la realidad, va dejando constancia de no pocas penalidades de la vida, de limitaciones y conflictos, y al final, como se sabe, le obligan a regresar a su pueblo a curar tal ímpetu transgresor. Supone la derrota del héroe problemático, según cierta terminología que considera la literatura como medio para superar las ofensas de la realidad. Pero nuestro autor no se movía con planteamientos tan reductores. Y en ello ahondará más adelante porque por el momento sigue en esa cuerda floja que va del idealismo a la realidad común.

Lo prueba su siguiente libro de prosa, las Novelas ejemplares, aparecidas ocho años después del primer Quijote. En las 12 novelas breves de esta compilación conviven pura inventiva -fantasía, acción, deliquios amorosos, refinamientos sentimentales, aventuras peligrosas- y realidad común, casi testimonio de una época.

No quiere decir que en ese plazo viviera Cervantes con especial intensidad la disyuntiva entre ambos extremos -los tópicos cortesanos y la estampa costumbrista- porque algunas de las novelas ejemplares podrían ser bastante antiguas. Solo significa que en esa mesa de trucos coexisten relatos de invención y de observación porque ambas maneras le interesaban por igual.

Es decir, que los dos mundos, el imaginario y el cotidiano, tenían hondas raíces en su pensamiento.

Podríamos pensar que el dilema se ha resuelto con las nuevas andanzas del caballero de 1615. Dejemos aparte las geniales intuiciones que convierten el Quijote en la fuente de la narrativa moderna universal y fijémonos solo en la sabia mezcla de realidad e ilusión creada a partir de la constatación de plurales comportamientos humanos, los de una copiosa galería de personajes: duques, venteros, arrieros, bachilleres, curas, titiriteros, mozas de varia condición...

Rezuma realismo total, absoluto, abarcador de las cosas cotidianas y de la mentalidad de una época. Sospechamos haber encontrado al Cervantes definitivo, al gran señor de la prosa realista, conquista a la que habría llegado después de mofarse de los delirios caballerescos. Pero, ¿de verdad solo quería ridiculizar a los caballeros andantes? ¿No se esconde también una secreta seducción por su idealismo desatado?

Conviene traer a colación unos datos relevantes. Al final del Quijote, Alonso Quijano, en una jugarreta de su recuperada cordura, intenta compensar la frustración de Sancho proponiéndole convertirse en pastores refinados y enamoradizos. Pocos días antes de morir todavía confesaba Cervantes la intención de dar fin a La Galatea interrumpida 30 años antes.

Y su última novela, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, publicada póstuma, en 1617, es un intrincado relato bizantino repleto de aventuras y sorpresas al hilo del amor indesmayable de Tule y Sigismunda, nobles nórdicos que consiguen casarse en la simbólica Roma tras superar mil peripecias. Subrayemos que Cervantes remató esta "historia septentrional" cosmopolita, fantaseadora y abigarrada con prisas y "puesto ya el pie en el estribo / con las ansias de la muerte".

Este bucle de datos obliga a pensar en una auténtica refutación del Quijote.

No otra cosa supone semejante entrega final a la fantasía desbocada. Es como si el escritor consumara en esos días un viaje de vuelta a sus orígenes como narrador. Sin embargo, idealismo y realismo se trenzan a lo largo de toda su obra en un tupido ovillo. El testimonio piadoso de las debilidades y flaquezas de la naturaleza humana dejaba un amplio espacio en la cabeza de nuestro autor a la ensoñación de la belleza y a los anhelos espirituales. En el alma del Cervantes realista siempre hubo un Cervantes romántico.



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Tras el rastro del hidalgo

Este es un viaje por algunas de las casas en las que vivió, uno o mil días, el manco de Lepanto



Isabel Valdés


Madrid - 22 ABR 2016 - 08:54 CEST


Hay lugares que guardan intactas las paredes que algún día cubrieron a Cervantes, en otros cualquier huella del dramaturgo ha sido borrada por el tiempo. Alcalá de Henares, Valladolid, Esquivias, los campos de La Mancha...

El alcalaíno dio tumbos por toda la península, y por temporadas casi siempre obligadas, allende los mares. Algunas localidades en España mantienen su memoria en casas y museos; en algunas vivió, en otras solo estuvo de paso, pero todas reivindican su presencia, y su valía



La casa donde Cervantes vivió en Esquivias (Toledo). /Luis Sevillano

Nada queda. Ni piedra, ni madera, ni hierro. No al menos los que tocó Miguel de Cervantes cuando aún su lengua no era capaz de destilar todas aquellas palabras que lo alzaron como genio. En Alcalá de Henares (Madrid), la casa donde nació fue desapareciendo poco a poco. De aquel lugar se conserva, eso sí, el emplazamiento exacto, y el pozo. Ahora, frente al número 48 de la calle Mayor, los bronces de Don Quijote y Sancho Panza, sentados sobre un banco, guardan la entrada que en otro tiempo estuvo en uno de los laterales, en el número 2 de la calle Imagen.

El trasiego es continuo: niños con uniforme, excursiones de instituto, un grupo de jubilados, niños sin uniforme, una visita guiada para los empleados de una empresa italiana, más niños. En esa casa, rehabilitada en su mayor parte en los años 50, solo pasó cuatro años, los primeros de su vida entre esas dos plantas vertebradas por un patio de piedra y vigas de madera. Cuenta Eva Jiménez Manero, la responsable del Museo Casa Natal de Cervantes, que las plantas dividían lo público y lo privado. "Abajo, se dedicaban a lo social; arriba, la intimidad".



Un Quijote en bronce frente al Museo Casa Natal de Cervantes en Alcalá de Henares. /Luis Sevillano

Todo eran divisiones en aquella casa —y en la mayoría de ese nivel social en la época—, por plantas y por espacios; hombres y mujeres separados por paredes de piedra, cubiertas de tapices y pieles en invierno, en verano desnudas pero adornadas con murales que simulaban aquellos cortinajes que acababan de retirar.

Alfombras, braseros y escritorios pueblan cada estancia, desde el Estrado de las Damas, lugar de reunión y visitas para ellas, sentadas a la morisca entre libros, ruecas y vihuelas de mano, hasta la habitación del servicio, más austera, sin tarimas que protegieran del frío bajo las camas. "Ninguno de estos muebles son los que había en aquel momento, pero todos datan del siglo XVI y XVII", alude Jiménez al llegar a la cocina, algo más pequeña de lo habitual en aquella época.

Muebles robustos, de madera envejecida, vasos de metal y palanganas de barro, ganchos de forja de donde cuelgan cucharones. Todo hecho para perdurar. Y en medio, frente a la chimenea, una silla partera.

"El mejor lugar para dar a luz era la cocina, desde luego, uno de los lugares más calientes de la casa y donde estaba a mano el agua hirviendo".

Quizás en aquella cocina, entre ristras de ajos y pucheros, asomara el dramaturgo mientras su padre, Rodrigo, sordo y cirujano, sacara alguna muela o curara alguna herida. "No tuvo los estudios oficiales, y lo que se llama cirujano es más parecido a un practicante.

Además aquí, por la Universidad, había mucha competencia". Una sala en la planta baja que preside una silla de cirujano y un tratado de medicina de la época, ambienta la habitación donde trabajara el hijo del licenciado en leyes Juan de Cervantes y doña Leonor de Torreblanca, los abuelos del escritor.



El comedor del Museo Casa Natal de Cervantes. /Luis Sevillano

De esa casa, con bodega y jardín, se marchó arruinada la familia Cervantes. Era 1551 y el siguiente destino, Valladolid, en el barrio de Sancti Spiritus. Tampoco por mucho tiempo: dos años después, tras pasar por la cárcel y endeudado hasta el embargo, su padre volvía a Alcalá. El peregrinaje crónico del dramaturgo fue quizás espejo de los tumbos que dio el progenitor huyendo de las trampas.

Hasta 1566 no hay certezas sobre el paradero del que todavía no era manco; entonces estaba en Madrid, y a partir de ahí comenzó su periplo: Roma, Lepanto en la griega Návpaktos, la siciliana Mesina, Cerdeña, Nápoles, el lustro infernal del cautiverio en Argel, por fin Valencia, Madrid, Orán, Lisboa, de nuevo la capital, donde nacerá la única hija que tuvo, Isabel de Saavedra, de su relación con Ana Franca de Rojas.


Y entonces, Esquivias

A 45 kilómetros al sur de Madrid, ya en la llanura manchega, Esquivias recibió a Cervantes en 1584. Una madrugadora esquiviana, la responsable de la Casa Cervantes Susana García, cuenta bajo el acento y el canturreo toledano, por qué: "Cervantes viaja a Esquivias para entrevistarse con Juana Gaitán, viuda de su amigo el poeta Pedro Laínez, e intentar publicar su obra póstuma, el Cancionero. Así, debido a este viaje a Esquivias, Cervantes conoce a la que sería su esposa, Catalina de Palacios. El noviazgo fue corto, ya que contrajeron matrimonio el 12 de diciembre de 1584 en la Iglesia Parroquial de Esquivias, bendijo la unión el cura Juan de Palacios, tío materno de Catalina".



La biblioteca, grande para la época, de la casa de Cervantes en Esquivias (Toledo). /Luis Sevillano

García es como la casa de Esquivias, manchega desde dentro y hacia fuera, en cada poro de sus paredes encaladas, en cada piedra de su inmenso patio, en el brocal de su pozo y el barro de sus tinajas. Ahora en el centro del pueblo, la casa donde vivió el dramaturgo con su esposa era de Alonso Quijada de Salazar, un pariente lejano. "Y hombre en el que Cervantes se basó para escribir el personaje de Don Quijote, hay varios documentos que demuestran su existencia", apostilla la responsable del lugar, que sabe, de memoria y por voluntad y amor a la historia del escritor, cada detalle relacionado con Cervantes, el pueblo y El Quijote. Y que cuenta, tonadillera, a cualquier visitante de la enorme casa castellana: "Y no son muchos, por desgracia, unas 7.000 visitas al año".

No, no son muchos para una casa de dos plantas que se mantiene, casi intacta, sobre sus cimientos. Aunque sin nada del mobiliario, cada estancia es hoy lo que fue antaño, cuando Esquivias tenía 165 vecinos más o menos pudientes, entre ellos 37 hidalgos, y 90 jornaleros; cuando desde el balcón enrejado, a mano y sin soldadura, dicen los vecinos que Cervantes fijaba la vista en los campos que se extendían frente a él e interpelaba a los garbanceros con un "¡buena cosecha!"; cuando, al bajar a la cueva, había vino y viandas y podían recorrerse los cuatro kilómetros de la pequeña villa a través de esos pasadizos a 15 grados eternos.



La alcobilla del servicio de la casa de Cervantes en Esquivias. /Luis Sevillano

La misma mortalidad que Cervantes dio a algunos vecinos, convertidos en personajes del Quijote: "Por lo menos sus nombres y apellidos fueron modelos, como el morisco Diego Ricote, el bachiller Sansón Carrasco, el Vizcaíno, Juana Gutiérrez, Mari Gutiérrez y Teresa Cascajo, cuyas partidas de defunción, matrimonio o bautismo aparecen en los libros parroquiales". Copias de algunos documentos como esos descansan en las vitrinas de la entrada a la casa, que a un lado se abre al patio que ahora cuenta con un escenario al aire libre (parte del inmueble es la Casa de la Cultura) y que llega hasta las cuadras, donde, hasta junio, estará la exposición Miguel EN Cervantes. El Retablo de las Maravillas, organizada por Acción Cultural Española (AC/E), la Comunidad de Madrid y el Instituto Cervantes, con ilustraciones de David Rubín y Miguelanxo Prado (que también puede verse en la casa museo de Cervantes en Valladolid).

Al otro lado, se da paso a la segunda planta, donde se ubican los dormitorios, el salón, la biblioteca, una cocina más... todo como un espejo de una casa labriega de aquel siglo. Tinajas, calientacamas, cardas de hilo, relicarios, escritorios macizos... "No quedó nada de aquella época, pero todo fue recreado con muebles de anticuario de aquel siglo", apunta García antes de llegar hasta la bodega, donde 12 tinajas de hasta tres metros ocupan dos paredes del espacio que todavía conserva el sistema de canalización del vino de madera.


Vuelta a Valladolid

La bodega, presente en Esquivias y Alcalá de Henares —también en la casa solariega del siglo XVI en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) que es ahora el Museo del Hidalgo, donde se recrea la vida de aquellos caballeros que inspiraron el soñador más conocido de las letras en castellano— no aparece en Valladolid, donde llegó la itinerante pareja en 1604. Allí, en la antigua calle del Rastro de los Carneros, junto al hospital de la Resurrección, alquilaron el número 9. Una del conjunto de casas que el arquitecto Juan de las Navas construyó en 1601.

"Atraído por la presencia de la corte en la ciudad, entre 1601 y 1606 Felipe III estableció la corte allí. Llegaría a finales de agosto o principios de septiembre de ese año, y le acompañaban, además, sus hermanas Andrea, Magdalena, su hija Isabel, su sobrina Constanza y la criada María de Ceballos", explica Silvia Villaescusa, responsable del Museo Casa Cervantes vallisoletano.



Molinos en Alcázar de San Juan. /Jesús Mesa Anquillano

Fue en aquel lugar donde redactó el prólogo, las poesías preliminares y la relación para solicitar el privilegio real para imprimir el Quijote. Villaescusa apunta que ese privilegio fue dado por Felipe III el 26 de septiembre de 1604: "Siendo también allí donde se estableció la tasa para publicarlo, firmada por el escribano Juan Gallo de Andrada el 20 de diciembre de 1604". Allí, el matrimonio vio publicada la primera edición de la obra universal y allí se alza ahora el Museo Casa de Cervantes, con certeza la casa que habitó Cervantes gracias a la documentación del proceso Ezpeleta, que apareció a finales del siglo XVIII y que facilitó la identificación del inmueble.

"Se trató de un hecho acontecido la noche del 27 de junio de 1605, cerca de la vivienda del escritor, en el que don Gaspar de Ezpeleta, caballero de la Orden de Santiago, resultó herido, fue socorrido por los vecinos de Cervantes y murió dos días después. Durante las averiguaciones que se realizaron para esclarecer los hechos, se detuvo a los vecinos, a Cervantes, a su hija Isabel y a su hermana Andrea entre ellos, gracias a cuyos testimonios pudo saberse que habitaban en las casas de Juan de las Navas de la calle del Rastro", relatan desde el museo.



El Museo Casa de Cervantes de Valladolid. /Nacho Gallego efe

Como el resto de casas, esta recrea la vida y costumbres a través de las habitaciones. Seis en el edificio vallisoletano, precedidas por un jardín de bojes y mirtos que envuelven una fuente a ras de suelo. Detrás, el agua corre por otra fuente, junto a un pozo, ambos en el patio trasero, envuelto por altos muros.

Biblioteca y recibidor ocupan la primera planta de esta casa que Catalina y Miguel habitaron hasta 1606. Subiendo las escaleras, el recibimiento, la alcoba y la alcobilla, el estrado, el comedor y la cocina, casi idéntica a la que ocupa la planta baja de la casa esquiviana: con chimenea y bancos laterales. Aunque en este caso no corresponde a la estructura original de la casa, que sí conserva todos sus techos de viguería. Madera y bovedilla que cubrieron alguna vez la cabeza del escritor, el inmenso mundo que todavía hoy refleja el pueblo español, sus penurias, sus faltas y sus mañas. También sus virtudes, a veces.

Desde Castilla el manco volvió a Madrid: vivió en el barrio de Atocha, en la calle de la Magdalena, en el número 18 de la calle Huertas después, y por último en una casa en la calle de Francos, esquina con la del León, frente al mentidero de los comediantes. Allí murió, un viernes 22 de abril de 1616. Y de todas las mudanzas, de todos las puertas tras las que se alojó durante aquella última década, solo se conserva un recordatorio en piedra sobre la puerta de esa última. Nada más queda.



Molinos en Alcázar de San Juan. /Susana Vera Reut



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El refugio ‘blanco’ del manco de Lepanto

En Argel, donde no existe la línea recta y las calles suben y bajan a su antojo, permanece uno de los lugares que acogió a Cervantes



Raquel R. Guillemas


21 ABR 2016 - 21:42 CEST



Panorámica de Argel desde el mar. /Omar DZ

Hoy, en el día de hoy, Argel de está de moda. Cuatrocientos años después de la muerte de Cervantes reivindicamos el papel de esta ciudad, una de las más cosmopolitas en el siglo XVI, en la formación del hombre y del escritor.

Hemos oído decir que sin el cautiverio argelino la obra de Cervantes no habría existido tal y como la conocemos. Por supuesto que no. Sin Argel Cervantes no habría tenido la experiencia de la cautividad, el contacto con presos importantes, con otras lenguas, con otros modos de vida, la necesidad de la libertad, en fin, sin Argel, Cervantes no habría sido Cervantes.

Podemos preguntarnos qué queda de aquella ciudad de Argel que tanto influyó en la vida y en la obra de Cervantes, podemos incluso recorrer algunas de las calles y visitar algunos de los lugares en los que, casi con toda certeza, estuvo el autor del Quijote, pero no vamos a encontrarnos con grupos de turistas, no veremos placas ni leeremos inscripciones: la Argel de hoy es una ciudad ajena al turismo, sin apenas visitantes extranjeros y con un cierto orgullo por esa condición. Pero volvamos a la pregunta ¿Qué queda de la Argel de Cervantes? La respuesta la encontramos en la Ruta Cervantes que desde 2013 recorre, en el mes de abril, calles, edificios y escenarios cervantinos.

La Ruta Cervantes nació en el Instituto Cervantes de Argel con la intención de ofrecer a los alumnos del centro una visión distinta de un espacio que ellos conocían a la perfección y sobre todo nació pensando que sería una actividad para ese mes de abril y para nuestros estudiantes. Nada más lejos de la realidad: la Ruta Cervantes es hoy uno de nuestros clásicos.

Sin duda, el lugar más conocido de toda la Ruta es la Cueva de Cervantes.

Sobre el Jardin D’Essay y muy cerca de la actual Biblioteca Nacional argelina y del Museo de Bellas Artes, está la cueva que fue su refugio en el segundo intento de fuga.

Hoy la gruta de Cervantes, popularmente la Grotte de Cervantes, aunque es bien conocida pasa desapercibida para quien no presta atención al paisaje urbano. A pie de calle, entre edificios de viviendas y mirando al mar, la Grotte es parte del barrio de Belcourt.



Españoles exiliados en un homenaje a Cervantes en la cueva de Argel (Argelia), el 18 de noviembre de 1945, donde se escondió durante su segunda huida fallida en 1577. /Ministerio de Cultura - Archivo estatal

Un corto tramo de escaleras da acceso a una pequeña explanada en la que encontramos una columna sobre la que hubo en algún momento un busto de Cervantes. Unos metros más allá, una nueva escalera da acceso a la gruta, una cueva de unos 9 metros de profundidad y poca altura, que ofrece al curioso la posibilidad de ver el lugar en el que quizá Cervantes imaginó a Don Quijote o el escenario de la desesperación de trece cautivos que acabaron siendo delatados.

De la cueva, alrededor del mes de septiembre de 1577, Cervantes y sus compañeros fueron apresados y llevados de vuelta a la ciudad de Argel, a la Casba donde permanecieron encerrados en los baños del rey cinco largos meses. Es en la antigua El Djazaïr, en la Casba, recorrida por la cámara de Pontecorvo en su Batalla de Argel, donde encontramos otros lugares que visitar.



Entrada de la cueva en la que se escondió Cervantes en una de sus fugas. /EFE

Bien poco se conserva de las murallas de la ciudadela, en parte se han utilizado para la construcción de algunas casas, y apenas quedan restos de las seis puertas que en el siglo XVI eran frontera para los cautivos y protección para la ciudad. No hay rastro del Badistán, el mercado en el que los cautivos eran seleccionados y vendidos a su llegada a Argel, ni del antiguo puerto.

Sí se conserva y puede visitarse el Bastión 23, un pequeño palacete que mira al mar y que nos ofrece una de las vistas más espectaculares –con el permiso de los habitantes de la Casba- de la bahía de Argel y del Peñón de los españoles. Visitamos también los restos de la Puerta del Río, Bab El Ouad, muy cerca de la mezquita Ketchaoua, y de la casa de Arnaute Mamí conocida como Dar el Hamra o Dar Arnout Mami, hoy Centro de Investigación Arqueológica cerrado al público aunque no a nuestro público.

Seguimos nuestro viaje por la Argel cervantina acercándonos a uno de los mayores baños de Argel construido en el siglo XVI y actualmente en uso, es el Hamam Sidna; entramos en el palacio de Mustafá Pachá, Dar Mustafá Pachá, Museo de la Miniatura y Caligrafía, quizá el edificio otomano más sorprendente de Argel. Aquí terminamos nuestra Ruta pero podríamos continuar hasta completar más de diez palacios, otras tantas mezquitas además de varios mausoleos, todos en el espacio que va desde el mar a la fortaleza que da nombre a la antigua ciudad.

Vale la pena seguir el viaje en la Casba de hoy. Junto a todos estos grandes o pequeños monumentos hay otra Casba que ha sobrevivido a terremotos, inundaciones, invasiones, olvidos y abandonos. Entrar en ella es entrar en otro mundo. Dicen sus vecinos que las casas de la Casba se construyeron tal cual son con la intención de salvaguardar la intimidad del hogar y proteger a sus habitantes de las miradas del otro y también con el deseo de que fueran realmente un hogar, el lugar en el que querer vivir.

No hay apenas ventanas y si las hay son diminutas y situadas en alto; las puertas de acceso son pequeñas, en ocasiones muy pequeñas, de madera, y casi siempre están cerradas. No son construcciones altas y en su interior hay patios, pozos, fuentes y terrazas en las que las mujeres tienden al sol y se cuentan sus historias. Las pocas puertas que están abiertas son talleres de artesanos o pequeñas tiendas tan llenas de cachivaches que cuesta saber qué venden. No existe la línea recta, las calles suben y bajan sin orden, no hay un plan: hay calles casi anchas, otras muy estrechas, con escaleras, una pequeñísima plaza aquí y una fuente allá.

En la Casba siempre hay alguien dispuesto a dedicarle un tiempo al visitante mientras inventa historias como aquella que nos contó una vez un anciano que decía recordar los tiempos en los que tomaba té con M. Cervantes, el del taller de al lado, pero de eso –decía– hace ya mucho tiempo.

Raquel R. Guillemas es la directora del Instituto Cervantes en Argel.



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Recuperado un manuscrito con dos firmas autógrafas de Cervantes

El documento, de 97 páginas, llevaba desaparecido más de cien años


Antonio J. Mora

Sevilla - 29 ABR 2016 - 20:11 CEST



Detalle del manuscrito en el que parece la firma de Cervantes. /J. M. Vidal EFE

“En tiempos antiguos, no se tuvieron por infames los representantes sino los mimos y pantomimos”. Con estas palabras, Miguel de Cervantes Saavedra intenta legitimar el pasado “cómico” de su amigo y autor de comedias Tomás Gutiérrez durante el proceso que este emprendió contra la Cofradía del Santísimo Sacramento del Sagrario de Sevilla por no admitirlo.

Este expediente, en el que aparecen dos firmas autógrafas del autor de El Quijote, ha sido redescubierto durante unos trabajos de catalogación de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla. “Estamos ante un hallazgo de enorme interés por la mera presencia de la firma de Cervantes y porque aporta abundante información de interés histórico, social y literario”, asegura el jefe de Sección de Fondo Antiguo y Archivo Histórico del centro universitario, Eduardo Peñalver.



Recuperado un manuscrito con dos firmas autógrafas de Cervantes ESPECIAL

Este documento recuperado se suma a los 11 testimonios formales de su puño y letra que se reunieron en el libro Autógrafos de Miguel de Cervantes Saavedra.

El documento del siglo XVI, que consta de 97 folios manuscritos, recoge las declaraciones que Cervantes realizó para apoyar a Gutiérrez en este procedimiento en el ámbito de la jurisdicción eclesiástica. Los cofrades le negaban la admisión alegando que no era persona de calidad suficiente, por su condición de mesonero y de autor de comedias.


Además de destacar la sangre limpia de Gutiérrez, el internacional escritor explica por qué la antigua dedicación de su amigo a la farándula no podía ser un obstáculo para su ingreso en la citada hermandad. “Desde un punto de vista estrictamente literario, el mayor interés del manuscrito reside precisamente en la demorada argumentación que Cervantes hace sobre la naturaleza y variedades de la práctica teatral en la España de su tiempo, llena de curiosos distingos y matizaciones para salvar a Gutiérrez de toda sospecha”, defiende los catedráticos de Literatura Española de la Universidad de Sevilla Rogelio Reyes y Pedro Piñero.

Sobre el hecho de que Gutiérrez hubiese actuado, Cervantes establece en su declaración una distinción de signo moral y también intelectual entre quienes representaban en escena una materia literaria “grave” y “ honesta” y aquellos otros que se limitaban a hacer reír a la gente con “gestos y actos risueños y graciosos”. Estos últimos eran los “mimos y pantomimos, que era un género de gente juglar”, pero “Gutiérrez siempre ha representado públicamente figuras graves y de ingenio”, alegó Cervantes.

"El ingenio, una garantía de agudeza intelectual muy lejos de la ramplonería que Cervantes parece atribuir, sin duda por simples razones de conveniencia, a los mimos", explican los catedráticos. "No por otro motivo que por ayudar a su amigo podrá entenderse que el autor de los Entremeses y el creador del retablo de maese Pedro en las páginas del Quijote fuese a despreciar una práctica escénica tan interesante como el mimo", agregan.

El documento recuperado por la Universidad de Sevilla fue descubierto y estudiado en 1914 por el abogado sevillano Adolfo Rodríguez Jurado, quien comunicó ese febrero el hallazgo en su Discurso de Ingreso en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Posteriormente, el documento se dio por extraviado, remitiendo todas las citas que se hacían del mismo al discurso y a una transcripción realizada ese mismo año.

El documento ha sido redescubierto en una de las cajas que integran el archivo personal de Luis y Santiago Montoto, archivo que fue legado por sus herederos a la Universidad de Sevilla en el año 1983. "Los estudios que con toda seguridad se harán en los próximos meses arrojarán alguna luz sobre las circunstancias que han rodeado al documento en los últimos cien años", afirma Eduardo Peñalver.

El expediente está encuadernado en pergamino sobre cartón rígido. Según los expertos, la encuadernación es posterior al documento, posiblemente del siglo XX. "Ni en las tapas, ni en el lomo, ni en las guardas, ni en el documento mismo se ha detectado signatura antigua ni marca de procedencia.

Se encuentra en general en aceptable estado de conservación, aunque presenta manchas por hongos y de humedad en la parte superior, con pérdida mínima de parte del texto en los primeros folios", explica Peñalver, quien reitera que "no existe la menor duda acerca de la autenticidad del documento, ni de la de las dos firmas de Miguel de Cervantes".



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que interesante todo esto, de verdad disfruto mucho leyendo y enterándome de cosas



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Antiguo 09/05/2016 a las 20:17 horas, Grazia  escribió lo siguiente:
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Aquí en historia todos aprendemos... si pones cosas de tu país también será estupendo.



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